jueves, 10 de enero de 2008

Semana I "Enero en Buenos Aires"
Por entonces era otoño...y las hojas moribundas caían con gracia en el pasto del parque. Ahora, una postal. Frente a la Iglesia resaban los santos, nos tenían miedo, y nosotros nos reíamos de la juventud y brillabamos y jugabamos, estratégicamente, a besarnos la nuca, la frente, los ojos: nunca los labios.
O al revéz siempre.

Siempre un juego me gustó, el de besarte las rodillas. Consistía en varios intentos de aproximación, agachándome, quedando totalmente desarticulado, en posición de monstruo, intentando así besarte las piernas. En el primer intento (ojos cerrados) me raspo los labios, agria piel, era otoño y tus medias también. Entonces te pido que te las saques. Ya en monstruo otra vez (monstruo dulce, ojos cerrados) me aproximo, me inclino y sequía: una vez más, algo se interpone en el acto. Una hoja seca ya muerta, me gana de mano. Entre tus piernas y mi boca: una hoja muerta. La escupo.

Reímos. Podríamos ganar. Entonces: tercer intento.

Monstruo dulce, ojos cerrados, difícil tarea, genial idea. Saco la lengua y entonces ella se acerca, vos reis de las cosquillas, y aún no llego, tarda demasiado, el viento seca la lengua, se acerca, tu pierna, puaj! hormiga, hormiga en la lengua, viva. La escupo, te veo la sonrisa y me río, ¿tengo hormigas en la lengua?.
Ojos cerrados. Monstruo dulce, macabro, es este el momento ideal de acabar con las trampas del juego. Mi lengua adelante, música de fondo, música de guerra, Wagner, a segundos de tu piel. No te siento más.

Se ha echo demasiado tarde -dices-, el verano te ha borrado la lengua, ahí está...sobre el asfalto. Entonces te hacés agua, vapor y adiós.
Adiós, vapor y agua, conozco de estos juegos. Ahora sin lengua, a desnudarse para no charlar.

lunes, 7 de enero de 2008

I

Un nuevo año, un nuevo comienzo, y lo que más detestes de vos para dejar atrás, con éste calor y ésta soledad que a pesar de tantas salidas juntas, las acompaña la mayor parte del dia
Un aburrimiento completo, y una espera casi agotada, impaciente, interminable, y bastante ilusa, que sueña todavía con alguien que en algún lugar del mundo pueda estar deseando estar de la misma manera, vagando, desperdiciando..tiempo, vida y sensaciones..y cómo si esto ya no resultara una ironía?, ésta vez, lo imaginan a su lado!
¡como si aguantar el calor de a dos fuera menos sofocante! ¿acaso no somos tres?
...

se hicieron las 2, 3, 4, y hasta las 8 de la mañana, y seguís acá, sentada mirando esa pantallita que adelanta, corre y recuerda los minutos que pasamos esperando

enero?
verano?


si al fin al cabo en cualquier estación esperamos lo mismo

II

Ella dice: El verano llegó con más esperas inconclusas que con realidades concretas.

El verano se muestra así como ese antiguo momento intermedio de espera para lo que ya llega. Y casi que recuerdo haber estado en diciembre esperando estos días
Y si me asombro de esperar hoy que llegue marzo...
no creo que se trate de nuestra simple división en sensaciones como el calor, ni hasta la propia desesperación por cuán denso se hace el paso de los minutos
Tampoco creo que tenga que ver con un modo especial en el que nuestros pensamientos se acomodan cuando el calor y con él, el color del día, no agota la aún gris expectativa de los días buenos.

Por otro lado buenos aires siempre es un buen escenario, aunque sea sólo el fondo de nuestros propios cuartos, para sentir que al menos algo a lo que nos aferrábamos tan fuertemente no desapareció y se hizo otra vez nada. la estación, las vías, y el tren que forzosamente va hacia un solo lugar están ahí. En enero esas imágenes se desdoblan y el ruido que se escucha por encima de un reproductor de música premonitoriamente cancela todo pensamiento bueno y lo demuestra falso. No sé si será que el reproductor tiene como condición de ser el escucharse a un volumen bajo o si el ruido de afuera se vuelve tormentosamente hueco para oídos que quieren hacer como que nunca escuchan más que a sus propios pensamientos.
¿y no es aún problemático hablar de “afuera” como si no formáramos parte de esa especie de dimensión?

Ah no, no. es que nosotras nos movemos tan silenciosa y cautelosamente que lo más probable es que ni lo que gritamos resuene en aquellos que forman parte del afuera.
Supongo que el problema que se sigue de esto último es que nuestro afuera todavía está habitado por aquellas cosas que estaban en Diciembre en Buenos Aires, y que todavía llevan nuestros nombres

¿Y si acaso Enero sólo fuera una continuación insalvable de lo que fuimos hace unos minutos, meses antes cuando el calor insoportable y pegajoso se mutaba en un frío sucio, seco e inconcluso . . .?

III

Enero en Buenos Aires es la evidencia de una mirada desarmada. El rastro de la ausencia quedó marcado en la ciudad, en aquel recorrido cotidiano, en aquellas palabras vanas. Me desespera la peligrosa tranquilidad que abunda en estas calles desiertas que olvidaron ya nuestros pasos. Este verano es previsible, y no es parecido a ningún otro. Es la repetición de los días llenos de voces silenciadas apenas en el sueño; es un lugar repleto de indicios que muestran lo efímero del pasado. Cuando las horas se dejan pasar sin ningún fin es justamente cuando más pesa tu adiós. Por lo tanto, este mes y este lugar son solamente una excusa para lamentar en el mejor de los disfraces lo que se ha perdido: un recuerdo frágil pero permanente. Todo parece haber regresado a su acostumbrado curso y lentamente me repliego en aquel lugar, tan conocido, del encierro. Los días de verano son solamente días: chatos y grises, sin sobresaltos, la misma canción una y otra vez.